Editorial

La Pancarta tiene como objeto difundir y generar cierto feedback entre quienes tengan intereses por el arte, el cine, la cultura y principalmente la comunicación. La política internacional nunca deja de ser un dialogo obligado entre amigos y conocidos, así que frente a los turbulentos cambios que esta presentando el escenario latinoamericano no dejan de ser bienvenidas todas las perspectivas que contribuyan a dar cuenta de las distintas problemáticas y sus formas de abordaje. Este espacio, humildemente, prestará especial atención a un aspecto en particular: La Sociedad de la Información (SI) -en tanto nueva fase de la historia- donde se ponen en juego y reconfiguran los planos de lo global, lo regional y lo local. Las desigualdades presentes respecto a las brechas digitales no son, por cierto, las más urgentes, en un contexto de hambre y exclusión. Sin embargo, prestar atención a dichos aspectos -y su especial reflexión acerca de las influencias de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs)-, permitirá plantear un debate acerca de lo queremos para nuestras sociedades latinoamericanas.En tal sentido algunos links de La Pancarta proponen continuar dichas reflexiones.Por ultimo, hay elementos personales y de gusto propio que se encuentran dispersos en este espacio, fruto del capricho de quién le escribe. Sepan compartirlo y por ende, disculparme.



Edgardo Portale
Marzo del 2008

domingo, 6 de abril de 2008

Cine asiático

Café Lumiére

Café Lumiére de Hou Hsiao-Hsien (HHH) fue estrenado en 2003 y ha llegado a las salas porteñas a fines de 2007. El film es un homenaje al director japonés Yasujiro Ozu en el centenario de su nacimiento. La historia presenta a Yoko, una joven escritora freelance que viaja desde Taiwán a Japón para conseguir información sobre un compositor taiwanés que vivió en territorio nipón. Junto a Hajime, un librero que la ayuda a realizar su trabajo, intenta hallar el “Café Lumiere”, adonde solía asistir Ozzy Weyse.
Por otra parte, Yoko (quien se encuentra embarazada y mantiene una conflictiva relación con su familia) le cuenta a su compañero un sueño donde ve como se derrite un bebé en sus brazos, por lo que intenta investigar si la visión se encuentra relacionada conalguna leyenda japonesa. La película reflexiona sobre la incapacidad de comunicación real entre las personas. Según Café Lumiere, las personas se transportan pero están quietas, nacen en un mundo aparentemente comunicado pero la experiencia será, lo quieran o no, solitaria, nunca compartida. Para ello Hou Hsiao-Hsien utiliza planos humanos: esto es, planos casi absolutamente estáticos, que ven cada cosa desde un punto de vista único, que apenas pueden moverse para mirar lo que sucede. La película tiene un ritmo lento, necesario y exige al espectador un trabajo intenso, durante y después.


Ficha Técnica

PAIS: Japón / Taiwán
DIRECCION: Hou Hsiao-Hsien
GUION: Hou Hsiao-Hsien, Chu T”ien-Wen
ACTORES: Yo Hitoto, Tadanobu Asano, Masato Hagiwara, Kimiko Yo, Nenji Kobayashi.
GENERO: Drama
ESTRENO: 10 de septiembre de 2004 (Festival de Venecia), 13 de diciembre de 2007 (Argentina)


Fuente: http://www.pochoclos.com/; http://www.frenecine.com.ar/

miércoles, 2 de abril de 2008

Pido la palabra

Los mismos de siempre



El pasado martes 25 de marzo la ciudad volvió a escuchar el ruido de las cacerolas. De pronto el imaginario social recordó las jornadas previas a la caída del gobierno de Fernando De la Rúa. En aquella oportunidad toda la clase media había salido a las calles, (incluido el medio pelo argentino) golpeando sus cacerolas, escrachando a los bancos y provocando una revolución social, apoyada por los medios de comunicación y promovida por los aparatos más oscuros de la política argentina. Eso sí, habían salido a protestar para que les devuelvan sus dolares, para poder ir de vacaciones y volver al crédito barato de la licuadora y la planchita. Esa fue la protesta de la clase media, la clase baja también tuvo su protesta, pero eso es otro tema.
Atrás había quedado toda una década de desindustrialización, desempleo, recesión, hambre y exclusión. Se inauguraba, entonces, la apertura del nuevo milenio, con más marginados sociales que devenían en cartoneros (cuando las posibilidades se lo permitían) ya no instalados en las villas del segundo y tercer cordón del conurbano, sino ahora ganando las calles, refugiándose en las plazas y las entradas de los edificios, y sobreviviendo a las necesidades básicas más elementales, dejando a niños y jóvenes a merced de la droga (el paco, en su faceta más terrible) y la delincuencia, desnudando la violencia social jamás vista. El saldo fue millones de familias excluidas, y quebrantadas.
Pero volvamos al tema de las cacerolas. Estas no eran las de aquella vez. Ni los que las golpeaban eran los excluidos del sistema. Por televisión de veía la patética imagen de "gente bien" cantando el himno, al grito de "si este no es el pueblo el pueblo donde esta". De fondo, la cámara registraba como en un costado de la plaza había una carpa con veteranos de malvinas, instalados hace más de tres años en la plaza. Claro, no está en la agenda de los medios la problemática de los veteranos, por eso siguen ahí, sin voz ni nadie que los atienda.
Cualquier ciudadano puede estar en desacuerdo con el gobierno respecto a determinados temas, puede reclamar, esta en su derecho, y en la Constitución. Pero esta vez el gobierno definió la protesta como las cacerolas de la abundancia. Y no se equivocó. La protesta fue sobredimensionada por los medios de comunicación, en una maniobra golpista y respondiendo a los más altos intereses de la oligarquía argentina. La misma que derrocó a Yrigoyen en 1930, a Perón en 1955 bombardeando la Plaza de Mayo. La misma que en 1976 promovió el golpe cívico-militar. La misma que licuó sus deudas privadas en 1982 cuando Domingo Cavallo estaba al frente del Banco Central, nacionalizandola como deuda pública. La misma que vació al país de fondos en una espectacular fuga financiera de pesos-dolares durante el fin de los noventa. Y la misma que los volvió a introducir, pero ya con un cambio de tres a uno. Los mismos oligarcas de siempre, que se valen de todas las armas que tienen a su mano, incluyendo el discurso: "Apoyamos al campo", como si el campo hablará, como si el pasto o la tierra hablarán. No señores, ustedes no son el campo, son la clase terrateniente más reaccionaria del país, los dueños de la tierra, que se la apropiaron ilegitimamente en el Siglo XIX cuando empezaron a alambrar los campos en grandísimas extensiones. La misma derecha que apoyó a Roca en la campaña del desierto, masacrando a 500.000 aborígenes y extinguiendo a cientos de comunidades originarias. Lo siento señores, no quiero ofender a nadie, pero vamos a ordenar un poco la cosas, vamos a hablar en los términos que corresponden.
Las cacerolas de la abundancia extorsionan al país con un lock out inflacionario, amparándose en el seudónimo de "pequeños productores", "campesinos", y operando con las herramientas que su sentido común nos quiere imponer: "el argentino es vago", "al campo nadie lo quiere trabajar", "nosotros nos levantamos a las 4 de la mañana a ordeñar las vacas", etc, etc.
Es más, hasta su derecho a reclamar esta en juego, ya que cuando el derecho de una parte se torna abusiva deja de entenderse como un derecho (en términos estrictamente jurídicos). Sabemos señores, que dejando al país sin abastecimiento, pierden legitimidad y por ende, cualquier derecho a reclamar. Sabemos, también, que ustedes son 1500 tipos que manejan el 80 % del campo, y sabemos incluso sus nombres y apellidos. No conozco a ninguno de ustedes en persona, ni siquiera por conocidos de conocidos, porque yo soy del pueblo pero ustedes no. Ustedes siguen siendo los mismos de siempre.

Edgardo Portale (2008)

martes, 1 de abril de 2008

Antonio Berni


Juanito Laguna ciruja (1978)

Hace treinta y cuarenta años, Antonio Berni pintó una serie de cuadros con un personaje al que llamó Juanito Laguna. Juanito era un niño que vivía en una villa de emergencia, dormía en un basural, soñaba con la exploración espacial y se ganaba la vida recogiendo residuos en las calles. Para crear un clima apropiado, Berni utilizaba latas viejas y otros desechos en los collages incluidos en sus cuadros.

Con ese personaje puesto en las elegantes galerías de arte, Berni trataba de despertar la atención de la sociedad hacia las víctimas de las políticas de industrialización de las décadas de 1960 y 1970. En aquella época se utilizaba la expresión "marginados", porque se trataba de sectores minoritarios, a los que no había llegado el bienestar del resto de la población.

Hoy, que las víctimas de las políticas de desindustrialización suman millones, no nos atreveríamos a calificar a esos millones de marginados. Ni necesitamos que nadie nos llame la atención acerca de nuestra realidad cotidiana, ya que cualquier calle trasciende lo que Berni mostró en algunos espacios privilegiados.

La única diferencia es que en algún momento miramos con piedad a Juanito Laguna, mientras que ahora sabemos que si continúa el actual modelo económico, ése será el destino de nuestros hijos.