Editorial

La Pancarta tiene como objeto difundir y generar cierto feedback entre quienes tengan intereses por el arte, el cine, la cultura y principalmente la comunicación. La política internacional nunca deja de ser un dialogo obligado entre amigos y conocidos, así que frente a los turbulentos cambios que esta presentando el escenario latinoamericano no dejan de ser bienvenidas todas las perspectivas que contribuyan a dar cuenta de las distintas problemáticas y sus formas de abordaje. Este espacio, humildemente, prestará especial atención a un aspecto en particular: La Sociedad de la Información (SI) -en tanto nueva fase de la historia- donde se ponen en juego y reconfiguran los planos de lo global, lo regional y lo local. Las desigualdades presentes respecto a las brechas digitales no son, por cierto, las más urgentes, en un contexto de hambre y exclusión. Sin embargo, prestar atención a dichos aspectos -y su especial reflexión acerca de las influencias de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs)-, permitirá plantear un debate acerca de lo queremos para nuestras sociedades latinoamericanas.En tal sentido algunos links de La Pancarta proponen continuar dichas reflexiones.Por ultimo, hay elementos personales y de gusto propio que se encuentran dispersos en este espacio, fruto del capricho de quién le escribe. Sepan compartirlo y por ende, disculparme.



Edgardo Portale
Marzo del 2008

domingo, 30 de marzo de 2008

Reseñas


Nueve cuentos - J. D. Salinger


¿Sabían ustedes que Salinger omite cualquier dato personal en sus libros, que odia que lo fotografíen y odia, además, cualquier exposición pública? ¿Sabían que cuando encontraron muerto a John Lennon, esté estaba leyendo un libro de Salinger? No lo sabía tampoco yo, hasta que me lo dijo un librero. Pero tal vez este dato, sea una entrada para abordar a un autor, de por sí emblemático, como sus cuentos. El propio Salinger es misterioso y, por ello, sus obras adquieren otro valor. Se impone un respeto hacia su lectura, se impone también una distancia. Y la distancia se da, porque es muy difícil circunscribir todos los estilos que utiliza el autor. Pensando en Un día perfecto para el pez plátano podríamos decir que es un puro cuento policial. Aunque se haga difícil compararlo con un policial clásico, no podemos negar que posee suspenso, que acompaña al lector hacia el final, que no lo hace descuidar ningún detalle. En el cuento El bote, el autor también logra mantener toda esa trama de suspenso, de querer acompañar al lector en la averiguación de porque Lionel se escapa. Pero este cuanto, al igual que en El hombre que ríe teje una buena trama entre los niños y los adultos. Hay una especia de juego que se torna constante a lo largo de todo el libro y es esta relación: unos adultos que viven en un mundo complicado, y unos chicos que están como curioseando el mundo de los adultos. Otra constante son los cigarrillos que aparecen en todos los cuentos, el autor los describe de un modo exagerado, para reforzar esa idea de “suspenso”, de policial negro. Salinger logra asó sortear todas las formas del relato posible: en primera persona, posesionándose como un narrador que sabe más que los personajes, o bien, que sabe lo mismo o menos, en forma de carta. Hay tensión en los cuentos, pero también se logran relatos contundentes por las descripciones de situaciones. Chicos con problemas, padres con problemas, esposos, novios y ex novios con problemas. El autor se hace cargo de un mundo que se ha degenerado.
Es interesante, además, como se describe la época que abarca las décadas del `40 y el `50, de cómo se habla de la posguerra y como está presente el componente militar. En El tío Wiggily en Connecticut, los esposos de Eloise y Mary Jane habían sido soldados, las compañeras de estudio también se habían casado con soldados, o con gente relacionada con las fuerzas armadas. También se hace una alusión al nazismo.
Uno de los cuentos que más me agrado fue El hombre que ríe. Primero por la propia historia del hombre que ríe. Una historia que toca de costado una de los últimos films de James Bond (El mañana nunca muere), por la composición de un personaje cuasi-monstruo que obtiene una fortuna y que es muy hábil para las estafas. Hay una diferencia: el hombre que ríe es bueno, el de la película no. Aquí, en este cuento, podemos realizar una comparación con Rodolfo Walsh en Nota al pie, ya que los distintos relatos que “El jefe” hace del hombre que ríe, son funcionales a la historia que se desarrolla por encina de ese relato. La perdida de Mary Hudson se corresponde con la trampa que sufre “el hombre que ríe”, y de esa manera se acaba el cuento, con la culminación no de un final, sino de dos.
Otra de las características del libro es que los hechos se producen en un mismo espacio, que uno puede inferir entre New York y alguna costa norteamericana. Por momentos los personajes se rozan, por ejemplo Seymur, quién aparece en Un día perfecto para el pez plátano y, también en El bote. Hay una coincidencia, entones, espacial, pero también temporal: los sucesos se corresponden entre el `40 y el `50.
Salinger logra una literatura profunda, representativa del país del norte y también del sigloXX.

Edgardo Portale (2005)

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